Capítulo 2 Primera parte | Capítulo 2: Las acciones duelen más que mil palabras.
Jade Di Costa.
—¡Princesa! No salga, se lo ruego. Manténgase en esta habitación. La abuela del príncipe heredero esta haya afuera y no va a gustarle lo que va a escuchar, evitemos problemas. —trago grueso, mi abuela política nunca ha sido cosa fácil y no le agrada que una extranjera vaya a tener el título que una vez fue de ella.
—Esta es mi casa, mucho más que la de ella. —mi título y el rango que tengo solo de nacimiento valen mucho más que el que tengo por mi matrimonio, yo provengo de la realeza.
—Princesa, es usted muy joven aun para poder ganarle a la reina viuda, por favor... —cuando estoy por tomar el pomo de la puerta, mi otra dama de compañía ingresa asustada y bastante alterada.
—¿Qué sucede? ¡Gisella, tranquilízate! —ella me mira y sus ojos se llenan de lágrimas.
Lo que sea que le sucede, tiene que ver conmigo.
—La reina viuda, ella... ella, está buscando nuevas posibles parejas para el príncipe heredero. Esta reunida con cuatro jóvenes y sus madres y las mayores están hablando y usando términos despectivos sobre usted alteza. —respiro y vuelvo a lo que estaba por hacer, salgo de mi habitación seguida por mis damas de compañía.
Al llegar al ala de la reina, sector del castillo que solo mi suegra y yo podemos usar, puedo escuchar las voces de la reina viuda y otras mujeres.
—El príncipe están amable, es apuesto, es agradable y ella se da el lujo de engañarlo. Sabía que algo malo con esa mujer desde que llegó hace cinco años. Era tan extraña. ¿Pero acostarse con su cuñado? ¡Es una persona horrenda! —cierro los ojos.
—Su alteza es el futuro rey, necesita tener una buena esposa a su lado. Estoy pensando en cambiar su estatus. Ella no puede ser la futura reina, no, eso no va a ocurrir. Quizás puede quedarse como una consorte, ya que es importante para él estar cerca de ella, o una amante oficial, hasta ser una oficial es demasiado para ella. Es una descarada. —no espero más y me hago presente.
—¡Su alteza la princesa heredera! —todas miran hacia mi dirección.
—Querida abuela, reina viuda. Buenos días, es un gusto verlas. —sonrío, como si mi alma no se estuviera quebrando ahora mismo.
—¿Tienes el valor de venir a verme? ¿No tienes vergüenza? —me dedica una mirada con asco.
—Es una desvergonzada. —dice quien creo es la primera consorte del duque Basile.
—No recuerdo que le haya pedido su opinión, consorte de Basile. Cuide sus palabras, esta frente la esposa del futuro rey. No es de la reina viuda de quien depende que su hija llegue a ser hasta la amante de mi esposo, es de mí, yo controlo eso. Y le aseguro que ninguna de estas jovencitas hace falta aquí. Pueden retirarse. —le hacen una reverencia a la reina viuda y a mí a las bravas, pero se marchan.
—¿Qué haces aquí? —frunzo el ceño.
—Eso debería de preguntarlo yo, abuela. Este es el ala de la reina. Tu ala esta al otro extremo del palacio, es más tu deberías de vivir en tu palacio, tengo derecho de estar aquí, como futura reina. Si te molesta mi presencia puedes retirarte también. —se levanta de la mesa y cuando aparenta retirarse lo que hace es que tratar de golpearme, pero no lo consigue.
—¡Ragnar! —al escuchar ese nombre, levanto el rostro.
—Su alteza... —hago una pequeña reverencia—. Ragnar.
—Abuela, no pude saludarte ayer, me enteré de tu llegada. Lo agradezco, son tiempos difíciles. —me mira por un momento.
—Oh, cariño no te preocupes, me encargaré de que puedas compartir tu dolor con alguien capacitada para ayudarte. —él no dice nada sobre eso.
—Princesa heredera. —suspiro.
—¿Sí? Que deseas...
—Tienes prohibido asistir a esta ala del palacio hasta nuevo aviso. —la sonrisa que portaba en mi rostro desaparece poco a poco.
—¿Qué? Su majestad, la reina, ella me otorgó permiso para...
—Y yo estoy revocando ese permiso. Solo debes de obedecer, no olvides que tienes un castigo pendiente... —me trago las ganas de gritarle, porque no es debido.
—Su alteza, no creo que...
—He pedido a mi madre eso, además, mi abuela se encargará por un tiempo de gran parte de tus tareas. —eso termina de dañar mi paz.
—¿Mis deberes? ¿He realizado alguno mal? Creo que, a pesar de la situación, me he mantenido realizando todo como es debido. —su expresión se deforma en una de enojo—. Lo lamento, pero si me despojas de mis tareas, es como si me estuviera quitando mi título como su... —me interrumpe.
—Princesa heredera. ¿Quiere acompañarme a mis aposentos, sola por favor? —mira a mis damas de compañía con mucha, mucha seriedad. Me volteo un poco y me dirijo a ellas.
—Regresen a mis aposentos, Ashira si deseas puedes volver con tu familia un tiempo, me quedare con Gisella. Mandare a llamarte cuando sea necesario. ¿Bien? —ella asiente.
—Vamos...
—Ragnar, lamento si... —me callo al darme cuenta de que no le importa lo que digo.
Mentiría si dijera que no estoy asustada. Tengo miedo, no de él exactamente, pero no sé qué tan violento puede ser, no conozco esa parte de él y no quiero conocerla.
—Jade, entra. —vuelvo en mí cuando él me habla, me abre la puerta de su habitación y luego, cierra la puerta con fuerza después de él.
—¿Qué es lo que...? —el resto de mi pregunta se queda en el aire, cuando él me acorrala contra una pared—. Ragnar...
—No estoy haciendo esto porque quiero. Tú lo provocaste... —gruñe mientras me toma con fuerza brusca de la cintura.
—Ya te lo dije, él abuso de mí. ¿Sabes cuantos días me tomo asimilar eso? ¿Qué haces tu? Dañarme, en lugar de confiar en mí. —está respirando forzado—. Ragnar. ¿De verdad no puedes ver que me lastimas? —él reposa su frente contra la mía y parece que por un momento fuéramos él y yo, sin los rumores, solo una pareja queriéndose.
—En serio no quería hacer nada esto. No quiero dañarte. Eres mi mujer. ¿No lo sientes? Sabes que es difícil tratarte así. —no digo nada.
—Nunca recibí verdaderas atenciones, cariño o amor de ti. No sé qué sientes por mí. Pero esa no sería nunca razón suficiente para engañarte, menos con Nolan. Sabes que detesto su personalidad, desde niña, nunca nos llevamos bien. —aprieta su agarre en mi cintura y luego me suelta nuevamente de manera brusca.
—Y aun así te acostaste con él. Técnicamente fuiste entrenada para ser mi esposa. ¿Y dices que eres incapaz de reconocer a tu esposo? —nuevamente con las acusaciones dolorosas.
























