CAPÍTULO 40

El jardín estaba decorado con luces blancas titilantes, los pinos adornados. Guirnaldas de plata y oro colgaban en el gazebo con lazos rojos y pequeñas luces titilantes. Aún podíamos escuchar la música.

—¿Me concede este baile? —pregunté. Emma sonrió y se acercó a mí. Bailamos un rato. Emma tembló—...

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