36. Besos que no se tragan con hielo.

Javier me agarra de la cintura otra vez, me impulsa hacia él en el agua, su cuerpo tibio contra el mío. Es fácil dejarme llevar. Él no duda. Él no hiere.

Me besa. Tierno. Y después con hambre. Sus labios buscan los míos con un tipo de ansiedad que no lastima, que consuela. Y durante unos segundos me...

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