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Ella tenía razón. Ahora manejábamos todo juntos. Mi esposa era mi roca. Aun así, estaba preocupado.

Me acerqué más. “No quiero arruinarle la vida.”

Ella arqueó una ceja. Ya habíamos tenido la conversación de “deja de maldecir tanto” muchas veces.

“Perdón. Arruinarle la vida como mis padres me la arr...

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