



CapĂtulo 4
DespuĂ©s de salir de la casa de Rylan, conduje directamente al centro de ayuda comunitaria. QuerĂa ver cĂłmo avanzaba la construcciĂłn. Desde que desaparecĂ hace dos semanas, he estado fuera de contacto. SĂ© que si hubiera ocurrido algo notable, Quinn me habrĂa enviado un correo electrĂłnico.
Hasta ahora, todo va segĂşn lo planeado y dentro del cronograma. Quinn y yo estamos más que contentos con el equipo de Max. Se presentan todas las mañanas y trabajan duro hasta la hora de salida. Algunos miembros del equipo de construcciĂłn en nuestro Ăşltimo proyecto no tenĂan la misma Ă©tica de trabajo.
Saludo a Max cuando sale del pequeño remolque que sirve como oficina principal del sitio. Él asiente con la cabeza y luego cambia de direcciĂłn para unirse a mĂ, donde estoy observando al equipo trabajar. Parece irritado mientras camina hacia mĂ.
—¿Mal dĂa? —le pregunto cuando llega a mi lado.
—Malos meses, pero eso no tiene nada que ver con lo que estamos haciendo aquà —me dice con el ceño fruncido.
—Ah —es mi única respuesta, ya que sé lo que está pasando en su vida personal.
—¿Cómo estuvo tu "vacaciones"?
Me rĂo. Me alegra saber que eso es lo que Quinn está diciendo. En cierto modo, fue muy parecido a unas vacaciones.
—Fue esclarecedor y entretenido. Conocà a una mujer muy atractiva. Gané algo de dinero que compartà con una acompañante.
Max se rĂe tal como yo pretendĂa. —CuĂ©ntame sobre las mujeres.
Hablamos durante unos minutos mientras le cuento sobre Deliah y Charlie. Le pregunto sobre su vida amorosa, pero él cambia el tema a Annora y el bebé de Quinn. Pronto sabremos el género.
—Entonces, ÂżcĂłmo te va en un nivel más personal, Max? SĂ© que no tiene nada que ver con tu trabajo aquĂ, pero puede ser una distracciĂłn. ÂżCĂłmo va el divorcio?
Max frunce el ceño y se pasa una mano por la cara, luego me mira. Puedo decir que le gustarĂa nada más que volver a su oficina y evitar esta conversaciĂłn por completo. No lo culpo en absoluto.
—Mi esposa infiel está impugnando el divorcio. Quiere intentar terapia de pareja y afirma que podemos superar nuestros problemas. Yo no quiero nada de eso.
—Vaya. Eso es una mierda. Los infieles simplemente te chupan la vida. ¿Qué vas a hacer?
—Insistir en que quiero terminar este matrimonio a toda costa. Tengo un buen abogado, y ella me asegura que conseguiré lo que quiero al final. Lo curioso es que ya he conseguido algo cercano a lo que quiero, pero la mujer con la que lo quiero ha desaparecido.
—¿Paz? ¿Tranquilidad? —frunzo el ceño y lo miro cuando me doy cuenta de que no está hablando de su esposa—. ¿Oh, encontraste a una mujer mejor?
—SĂ, pero como tantas cosas en la vida, es complicado —suspira profundamente, luego vuelve a mirar al equipo trabajando.
Después de unos minutos más hablando de cualquier cosa que no sean nuestras vidas amorosas, me despido con la mano y luego me dirijo de nuevo a mi coche. Ya que estoy tan cerca de Mercy General, decido ir allà para ver si Rylan está libre para almorzar. Sé que la vi esta mañana, pero quiero pasar más tiempo con ella.
Aunque la moleste.
No se me escapa que los roles se han invertido aquĂ. SolĂa ser que ella me molestaba solo apareciendo para charlar o buscando pelea. Aunque sĂ© que esa no era realmente su intenciĂłn, solo me molestaba porque me negaba a aceptar lo que siento por ella.
Ahora, estoy haciendo lo mismo con ella. Me parece un poco gracioso. También se me ocurrió esta mañana, después de salir de su casa, que tal vez ella está tratando de seguir adelante con su vida. Charlie me dijo que si ella fuera Rylan, era algo que necesitaba aceptar o hacerle saber a Rylan cómo me siento realmente.
Intenté hacer eso esta mañana con ese beso, pero tal vez esta vez necesite usar palabras. No soy bueno en eso, pero estoy dispuesto a intentarlo, aunque no esté del todo listo para una relación completa como sé que ella querrá.
Como quiero tener con ella eventualmente. He tenido sentimientos por Rylan durante mucho más tiempo del que me gustarĂa admitir. Todo comenzĂł cuando se uniĂł a nuestra unidad hace todos esos años. Al principio, me molestĂł un poco que le gustara Quinn, pero lo superĂ© rápidamente.
Nunca actué según mis sentimientos por ella porque estábamos en guerra, y ese no es momento para el romance. Traté de tratarla como a todos mis compañeros soldados. Eso fracasó una noche mientras estábamos en un bar cutre cerca de la base.
Ese fue nuestro primer beso.
Estábamos borrachos, sudando por la habitaciĂłn abarrotada, y la tensiĂłn sexual entre nosotros era como un cable vivo listo para electrocutarnos a ambos. TodavĂa no estoy muy seguro de quiĂ©n se inclinĂł para el beso primero, pero todo lo que sĂ© es que reaccionĂ© como un idiota.
QuerĂa llevarla al asqueroso baño y follarla hasta dejarla sin sentido. En cambio, le fruncĂ el ceño y me alejĂ© pisoteando, como si me disgustara. Ese fue el comienzo de mi intento de alejarla de mĂ a toda costa.
Desde esa noche, he sido un completo imbĂ©cil con ella cada vez que la veo. A veces, francamente hostil. Sigo diciĂ©ndome a mĂ mismo que es lo mejor porque soy un pedazo de mierda roto. Sin embargo, lo hacĂa mucho antes de que mi vida se oscureciera.
Gracias, Charlie, por darme la patada en el trasero que necesitaba.
DespuĂ©s de estacionar mi coche cerca de la entrada lateral, agarro la bolsa para llevar del pequeño restaurante mexicano a unas cuadras del hospital. Rylan tiene una debilidad por la comida mexicana, asĂ que pensĂ© que si venĂa con comida, podrĂa estar menos gruñona cuando me vea.
Al menos eso espero. TambiĂ©n le traje un cafĂ© helado de la tienda cerca del restaurante. AsĂ que, con suerte, saldrĂ© del hospital en una sola pieza. La comida y la cafeĂna allanan el camino para la felicidad.
Para cuando llego al edificio, soy un manojo de nervios. No tengo idea de por qué de repente estoy nervioso por ver a Rylan. No estaba asà cuando la vi esta mañana. Ah, ese beso. Estoy seguro de que tendrá algo que decir al respecto, y no estoy seguro de que me guste.
Cuando entro en el área de recepción, saludo a la persona detrás del mostrador. Los otros recepcionistas deben estar almorzando. Me acerco al mostrador para preguntar si Rylan está ocupada.
—¿Está la Dra. Danvers ocupada con un paciente?
Louis, el recepcionista actual, mira lo que asumo es un horario en su computadora, luego me mira de nuevo. —No, está libre por las próximas horas. Creo que la vi dirigirse a su oficina después de que se fue su último paciente.
—Muchas gracias. Está muy tranquilo aquĂ hoy. ÂżDĂa lento?
—SĂ, pero mañana estará lleno. Odio y amo los dĂas lentos —me dice con un movimiento de cabeza.
—Entiendo. ¿Cómo está su humor, por curiosidad?
Sé que probablemente estaba enfadada cuando la dejé esta mañana, asà que tal vez se haya calmado un poco desde entonces.
—¿Danvers? Estaba de mal humor esta mañana, pero parecĂa estar bien la Ăşltima vez que la vi. Creo que fue hace unos treinta minutos, antes de que la mayorĂa de la oficina se fuera a almorzar.
—Gracias —me despido con la mano y luego me dirijo por el pasillo hacia su oficina.
La mĂşsica que sale del gimnasio me hace estremecer mientras paso por allĂ. No es la mĂşsica lo que me hace reaccionar asĂ, sino los recuerdos de mi tiempo en una sala como esa. Trabajar en los mĂşsculos despuĂ©s de una lesiĂłn no es algo que me guste recordar a menudo.
El dolor, el cansancio y el deseo de estar en cualquier otro lugar. Todo lo que querĂa hacer durante esas largas y agotadoras horas era acurrucarme en una bola para evitar el dolor. Sin embargo, la necesidad de volver a la lucha con mis hermanos y hermanas superaba mi dolor.
EmpujĂ© cada dĂa con la ira como combustible. La mayor parte de esa ira se quedĂł conmigo cuando me dieron el alta para el servicio activo nuevamente. No fue algo bueno, y lo descarguĂ© en personas que no lo merecĂan.
Rylan fue una de esas personas. Ella hizo todo lo posible por estar allà para mà mientras estaba lesionado y fuera de la lucha. Le grité en más de una ocasión. Principalmente porque no soportaba que me viera en mi momento más débil y vulnerable.
No era masculino llorar frente a la gente. Era aún peor llorar frente a ella. Lo hice, y lo odié. Ahora me siento triste por haber tenido esa mentalidad. Las lágrimas de dolor, frustración, ira o cualquier otro tipo no son una debilidad.
Muestran que eres humano.
Con un movimiento de cabeza, paso por el gimnasio y luego me dirijo por el pasillo hacia la oficina de Rylan. Su puerta está abierta, asĂ que simplemente entro. Lamentablemente, no está aquĂ. AsĂ que dejo su almuerzo y cafĂ© en su escritorio, y luego voy a buscarla.
Deambulo por los pasillos hasta que no sĂ© dĂłnde podrĂa estar. Cuando piso algo duro y afilado, miro para ver quĂ© es. Llaves y una tarjeta de identificaciĂłn. Frunzo el ceño mientras las recojo y luego volteo la tarjeta para ver a quiĂ©n pertenece.
Ah, Rylan perdió sus llaves. Probablemente no la he encontrado porque está deambulando buscándolas. Me doy la vuelta para regresar a su oficina, pero me detengo en seco cuando escucho un grito ahogado seguido de un gruñido de dolor. La puerta más cercana a donde encontré las llaves es una unidad de almacenamiento junto a la placa de señalización.
Me acerco a la puerta y la empujo para abrirla. Lo que veo hace que mi sangre se congele. Hay un hombre encima de alguien, y están luchando. Es evidente que uno está luchando por escapar mientras el otro lo retiene a la fuerza.
No dudo ni un segundo mientras arranco al hombre de encima de la otra persona. Mis ojos se abren de par en par cuando veo que es Rylan en el suelo debajo de él. Hay sangre por toda su cara y su camisa está rasgada. La rabia se apodera de mà mientras saco al hombre del pasillo y lo arrojo al suelo.
Ni siquiera siento cuando mi puño se conecta con su cara una y otra vez. El pasillo se vuelve más ruidoso mientras escucho vagamente a alguien diciĂ©ndome que pare. No puedo parar. Este pedazo de mierda necesita morir por lastimar lo que es mĂo.
Su voz llamándome por mi nombre es lo único que atraviesa esa gruesa pared de rabia. Parpadeo unas cuantas veces, luego miro hacia abajo al hombre al que he estado golpeando. Oh, Dios, ¿qué he hecho?
Su cara es una ruina roja.
Santo cielo.
—Aaron, aléjate de él —escucho la voz de Quinn y lo miro.
Le echo un último vistazo al hombre ahora inconsciente, luego me levanto y doy un paso atrás. Mi respiración es áspera y entrecortada, como si acabara de correr un maratón. Mis nudillos están destrozados, y al mirar hacia abajo, veo que ahora hay sangre por toda mi camisa.
Me estremezco cuando siento una mano tocar mi hombro. Rylan está pálida, y hay sangre por toda su cara. Me cuesta todo lo que tengo no girarme y saltar de nuevo sobre su agresor.
—Alguien llévela a la sala de emergencias ahora —grito.
—No estoy herida, Aaron —susurra mientras se acerca a mĂ.
—Estás sangrando por todas partes, Rylan. Necesitamos llevarte a que te atiendan.
Ella toma la parte inferior de su camisa y se limpia la cara con ella. —No es mi sangre. Le peguĂ© a Heath en la nariz, y era toda su sangre. Lo detuviste de hacer lo que querĂa hacer. Me salvaste de eso.
La abrazo y respiro profundamente. Ella está bien. Ese imbécil no la lastimó.
Ella está bien.
Ella está a salvo.
Voy a ir a la cárcel, pero valió la pena.
—¿Estás segura de que ese imbĂ©cil no te lastimĂł? —le pregunto mientras me inclino hacia ella para susurrarle al oĂdo.
Rylan niega con la cabeza, luego simplemente me abraza mientras esperamos a que lleguen los policĂas. Miro a Quinn, que ya tiene el telĂ©fono en la oreja. Probablemente está llamando a nuestro abogado. Es una gran idea, y probablemente se me habrĂa ocurrido más tarde.
Treinta minutos despuĂ©s, estoy en la parte trasera de un coche de policĂa camino a la comisarĂa. Heath fue llevado a la sala de emergencias con escolta policial. Se despertĂł mientras lo transportaban e insistiĂł en presentar cargos por agresiĂłn contra mĂ.
AdmitĂ al oficial de policĂa que lo hice porque no habĂa forma de evitarlo. HabĂa muchos testigos, y todo estaba en las cámaras de seguridad del hospital. Sin embargo, con la declaraciĂłn de Rylan, se muestra que tenĂa motivos.
SĂ, me pasĂ© un poco, pero lo harĂa de nuevo en un abrir y cerrar de ojos para salvarla a ella o a cualquier otra persona en esa situaciĂłn.
Lo harĂa una y otra vez para proteger a Rylan de volver a ser lastimada. Me enfurece que este sea el segundo hombre en menos de un año que pensĂł que era una buena idea intentar agredirla de esta manera. Con Paulson todavĂa suelto, me pone casi homicida.
El próximo hombre que piense que ella es un blanco fácil tendrá que pasar por mà primero. Estaré durmiendo en su sofá en el futuro previsible después de hoy, le guste o no. Seré su perro guardián dondequiera que vaya.
Te tengo, Rylan. Seré el escudo entre tú y todos los que deseen hacerte daño. Ahora y siempre, seré tuyo si me aceptas.
Un dĂa pronto, espero poder decirle esto cara a cara y no solo en mi cabeza.