



De vuelta de la muerte
Althaia
Nos acercamos al grupo de hombres, pero ella me arrastró hacia los dos hombres que estaban más a la izquierda del resto. Los dos más imponentes del grupo. Y uno de ellos era el hombre que Michael me dijo que no mirara... Pero, ¡por Dios, ese hombre era aún más impresionante de cerca!
Por alguna razón, estaba nerviosa al acercarme a él mientras sus ojos me seguÃan. Mi corazón comenzó a latir un poco más rápido por la intensidad de su mirada. Y ni siquiera intentó ocultarlo mientras me observaba descaradamente. Aparté mis ojos hacia el hombre que estaba junto a él. ¡El hombre era del tamaño de un tanque! Era alto y tan musculoso que podrÃa estar relacionado con La Roca. No me sorprenderÃa si asà fuera.
—Althaia, te presento a mi prometido, Lorenzo—. Señaló al Hombre Tanque. De hecho, era bastante apuesto, calvo, con ojos marrón oscuro, una mandÃbula fuerte con una ligera barba. Y alto como el infierno. O yo era simplemente muy baja. Probablemente lo último, ya que solo mido 1.57 metros, por eso la mayorÃa de las veces uso tacones. Tuve que inclinar un poco la cabeza hacia arriba para mirarlo.
—Es un placer conocerte—. Le sonreà y extendà mi mano para un apretón de manos. Él miró mi mano con una expresión aburrida, pero de todos modos la estrechó.
Bueno, eso fue encantador.
—Y este es su hermano mayor, Damiano—. Señaló al hombre que estaba junto a su prometido. El que habÃa mirado por demasiado tiempo, el que me intimidaba con su forma de mirarme.
Dios, realmente era sexy...
Eran casi de la misma altura, sin embargo, el Hombre Tanque tenÃa los hombros más anchos que Damiano. Aunque el Hombre Tanque era, bueno, como un tanque, Damiano definitivamente era mucho más intimidante con sus ojos dorado-marrones, tan frÃos y vacÃos como podÃan estar mientras me miraba.
—Es un placer conocerte—. Le sonreÃ, a pesar de sentirme intimidada por él, y extendà mi mano para estrechar la suya también. Afortunadamente, no miró mi mano por un momento como lo hizo Lorenzo y tomó mi mano en su gran mano.
—Althaia—. Dijo Damiano como si estuviera probando mi nombre. Un escalofrÃo involuntario recorrió mi espalda cuando dijo mi nombre. No estaba preparada para que su voz fuera tan profunda y rica. Lo cual lo hacÃa aún más atractivo.
¿Cómo era posible eso? No tenÃa ni idea...
—SÃ, esa soy yo—. Mentalmente me estremecà al decir eso en voz alta e hice una ligera mueca. ¿Por qué en el mundo dirÃa eso y me avergonzarÃa frente al hombre muy, muy sexy?
Damiano giró la cabeza hacia el Hombre Tanque, también conocido como Lorenzo, y fue como si se comunicaran sin decir palabras. Porque, sea lo que sea, Lorenzo se volvió hacia Cara, la sostuvo por la cintura y comenzó a alejarse. Cara me miró por encima del hombro mientras se alejaba con Lorenzo y me dio una expresión confundida. Miré alrededor y noté que el resto de los hombres también se habÃan ido.
Bueno entonces... ¿Se suponÃa que debÃa irme también?
Me volvà y enfrenté a Damiano, quien ya tenÃa sus ojos puestos en mÃ. Metió la mano en su bolsillo y sacó un paquete de cigarrillos. Me lo ofreció, pero negué con la cabeza y dije 'No fumo'. Se llevó el paquete a la boca y tomó un cigarrillo entre los labios, mientras seguÃa mirándome a los ojos. HabÃa algo en la forma en que hizo eso que era increÃblemente atractivo.
—Entonces, Althaia—. Dijo mientras encendÃa su cigarrillo y tomaba una larga calada. —Te ves increÃblemente bien para alguien que murió hace un par de años—. Dijo casualmente mientras exhalaba el humo.
¿Perdón, qué?
¿Lo escuché bien?
—Lo siento, ¿qué?—. Sacudà un poco la cabeza como si hubiera oÃdo mal.
—Tu expediente dice que estás muerta—. Dijo como si fuera lo más normal del mundo y me sopló el humo directamente en la cara. Aparté el humo de mi cara y fruncà el ceño.
¿Mi expediente? ¿Qué expediente?
—Ehm... Creo que me has confundido con alguien más—. Reà incómodamente.
—Althaia Volante, 24 años, nació el 7 de noviembre porque sus padres decidieron hacerlo el DÃa de San ValentÃn. Murió instantáneamente en un accidente automovilÃstico en la vÃspera de Año Nuevo hace tres años—. Dijo casualmente mientras tomaba otra larga calada de su cigarrillo.
—No tengo ni idea de qué estás hablando—. Lo miré confundida.
—Además, mi nombre no es Volante. Es Celano. Gran diferencia. Debes estar confundiéndome con alguien más porque estoy bastante segura de que no estoy muerta. Obviamente—. Me señalé a mà misma, ya que literalmente estaba parada frente a él en carne y hueso.
—Obviamente—. Terminó su cigarrillo y mis ojos siguieron la colilla cuando la tiró. Volvà a mirarlo y él me estaba observando de arriba abajo, sus ojos se detuvieron en mi collar, descansando entre mis pechos.
—Sin embargo, llevas el relicario de los Volante alrededor de tu cuello—. Tocó mi collar inconscientemente. Él dio un paso más cerca de mà y mi corazón comenzó a latir más rápido cuando sostuvo mi barbilla y la inclinó ligeramente hacia arriba para que pudiera mirar sus ojos. Su rostro se acercaba al mÃo como si fuera a besarme, pero desvió la cabeza ligeramente hacia un lado, cerca de mi oÃdo.
—Me hace preguntarme por qué tu padre te está escondiendo de m×. Dijo en un tono bajo que me hizo estremecer.
Retrocedió ligeramente y dejó caer su mano a su costado. Solté un suspiro que no sabÃa que estaba conteniendo. Me estremecà cuando miró detrás de mà y sonrió diabólicamente a quienquiera que estuviera allÃ. El miedo comenzó a llenar mi cuerpo ante su expresión.
Mortal y diabólica.
TenÃa que alejarme de él cuanto antes.
Me giré, con la intención de alejarme, pero me detuve en seco al encontrarme cara a cara con mi padre, quien me miraba con una expresión furiosa.
—Papá—. Dije con un hilo de voz.
Era extraño verlo frente a mà cuando no nos habÃamos visto desde que, bueno, ya sabes, mi madre me llevó y nos fuimos. Recuerdo que intenté mantenerme en contacto con él, pero de repente el número no estaba disponible y no sabÃa cómo más alcanzarlo en ese momento. Con el tiempo, entendà el mensaje y dejé de intentar, pero eso no significaba que no lo extrañara de vez en cuando.
Después de todo, era mi padre.
—¿Qué estás haciendo aqu�—. Mi padre me siseó.
Vaya.
Supongo que los sentimientos no eran mutuos.
—Estoy aquà para emborracharme, ¿qué más?—. Dije en un tono de 'obvio'. Era muy consciente de que era una falta de respeto hablar asà con tu padre. Pero me sentà atacada y herida por su reacción, y mi mecanismo de defensa se activó. Que era ser sarcástica, el arma más fuerte que existe.
¿De verdad no querÃa verme?
Fruncà el ceño hacia él, pero luego noté cómo el resto de los invitados habÃan dejado de hacer lo que estaban haciendo y se volvieron a mirarnos. ¿No era eso simplemente encantador? La forma tensa de Michael se movió hacia adelante para pararse ligeramente detrás de mi padre, posando como un guardaespaldas.
Sentà que alguien me agarraba de la cintura y me empujaba hacia su lado. Solté un ruido de sorpresa ante la acción repentina, y me volvà ligeramente para ver que era Damiano quien me sostenÃa firmemente.
—Gaetano, una joya tan encantadora que has estado escondiendo—. Dijo en italiano. Mi padre apretó el puño mientras miraba a Damiano. Sin embargo, él solo ladeó la cabeza hacia un lado como respuesta.
—Michael, lleva a Althaia de aqu×. Ordenó mi padre con firmeza. Antes de que Michael pudiera moverse un poco, solté un grito al ver el objeto en la mano de Damiano.
—¡Dios!—. Grité cuando Damiano sacó una pistola y la apuntó a Michael. Mi corazón comenzó a bombear violentamente dentro de mi pecho, haciéndome respirar más rápido. Intenté alejarme, pero él tenÃa un agarre firme sobre mÃ.
—Ni lo pienses—. Me aplastó contra su lado. Mis piernas se habrÃan derrumbado si no tuviera un agarre tan firme sobre mÃ. Michael intentó agarrarme de nuevo, pero antes de que pudiera dar un paso, el sonido de un disparo resonó en el aire, haciéndome gritar y cubrirme los oÃdos.
—No fallaré tu cabeza si te mueves una vez más—. Declaró Damiano en un tono mortalmente bajo.
Mi corazón latÃa con fuerza contra mi pecho, y podÃa sentir mis rodillas debilitándose con cada segundo que pasaba. Con los ojos tan abiertos como podÃan estar, miré a Michael, que ya me estaba mirando, con la mandÃbula apretada. Miré a mi padre y parecÃa que estaba luchando con algo dentro de su cabeza.
DeberÃa de haber dicho que sà a esa maldita bebida.